A IMPORTANCIA DA PREVENCIÓN.
"La dieta y
los estilos de vida tienen un gran impacto sobre la incidencia de cáncer, que
como enfermedad “multifactorial”, está causada por factores intrínsecos, como
la predisposición genética individual, pero también ambientales y
“modificables” como la dieta, el tabaco, la obesidad... Desde mediados del
siglo XX ya se pensaba que pudiera existir una relación entre la dieta y los
estilos de vida con el cáncer. En los últimos 40 años el estudio de los
factores de riesgo ha recibido gran atención. “Como cada tipo de cáncer es
diferente, es necesario estudiar sus causas de forma independiente”, explica la
investigadora y directora del Registro de Cáncer de Granada,
María José Sánchez.
La
literatura al respecto es extensa, desde el primer informe de evidencias sobre
la relación entre la dieta, la nutrición y el cáncer que se publicó en 1982 por
el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer hasta nuestros días hay
multitud de estudios. La especialista destaca por su importancia el Estudio
Prospectivo Europeo sobre Nutrición y Cáncer (EPIC) que se diseñó
con una doble finalidad: mejorar el conocimiento científico de los factores
nutricionales implicados en el cáncer y aportar bases científicas para realizar
intervenciones en salud pública, dirigidas a promover una dieta y estilos de
vida saludables.
La
prevención es posible. Un número considerable de casos de cáncer de mama se
podrían evitar con estas medidas de prevención primaria:
- Mantener
un peso saludable y evitar ganar peso
- Limitar el
consumo de alcohol
- Realizar
actividad física
- Promover
la lactancia materna
- Evitar el
uso de terapia hormonal sustitutiva
Cuenta con
información de más de medio millón de personas de diez países europeos
reclutadas en los años 90 a través de 23 centros. El seguimiento de los
participantes del estudio EPIC se realiza a través de los registros de cáncer
de población de cada centro EPIC. En España son cinco los centros que
participaron, entre los que está el de Granada, adscrito al Registro de Cáncer
de Granada y a la Escuela Andaluza de Salud Pública. “EPIC ha sido y es una
oportunidad única para la investigación científica de la etiología del cáncer
en relación con la dieta, los estilos de vida y otros factores ambientales, así
como las interacciones con los factores genéticos, metabólicos y hormonales”,
explica la profesora que es la investigadora principal del proyecto en Granada
y comparte la coordinación del proyecto EPIC-España.
En su
opinión, los informes del Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer
(WCRF) y de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC),
así como los resultados del estudio EPIC proporcionan “la información más
válida y fiable disponible sobre el binomio ‘dieta y estilos de vida-cáncer”.
En octubre, la IARC ha presentado la cuarta edición del Código Europeo contra
el Cáncer.
En general,
las recomendaciones del Fondo Mundial y del Código Europeo Contra el Cáncer,
que se basan en actualizaciones de la evidencia científica, son muy similares:
No fumar, aplicable a todas las formas de tabaco; mantener un peso saludable y
evitar la obesidad; ejercicio físico diario; dieta saludable; restringir o
limitar el consumo de alcohol; protección en el trabajo de agentes
cancerígenos; lactancia materna, si se puede, y limitar en lo posible la
terapia hormonal sustitutiva.
Hoy día, se
sabe que la relación entre cáncer y dieta es “muy compleja”, y que hay que
considerar la dieta en su conjunto como el "pilar básico de la prevención
" del cáncer. Una dieta saludable se caracteriza por un consumo elevado de
alimentos de origen vegetal (frutas, verduras, cereales, legumbres, etc), en
cantidad y en variedad, y por un consumo limitado de alimentos de origen animal
(carnes rojas y procesadas, grasas, etc). La dieta mediterránea es un ejemplo
de dieta saludable para la prevención del cáncer. Aunque no hay “evidencia
suficiente” sobre el efecto que tiene esta dieta en la prevención del cáncer de
mama, “son muchos los estudios que apoyan un efecto beneficioso”, precisa
Sánchez. Consumo abundante y diario de cereales, preferiblemente integrales,
verduras y hortalizas, frutas frescas y frutos secos, consumo frecuente (2-3
veces semana) de legumbres, pescado, y huevos y derivados lácteos y consumo
moderado de carne. Aceite de oliva como grasa culinaria.
Además de la
dieta, hay que tener en cuenta el resto de factores que inciden. En la revisión
de la evidencia sobre la prevención primaria del cáncer de mama se ha llegado a
estimar que “si todas las mujeres premenopáusicas adoptaran una dieta sana
–alto consumo de frutas, verduras y cereales integrales—se podría evitar entre
un 20-50% del total de los casos de cáncer de mama”, explica.
Caso
distinto es la obesidad, por ejemplo, que es un factor de riesgo reconocido
para desarrollar cáncer de mama en mujeres postmenopaúsicas. “La obesidad
corporal afecta directamente a los niveles de hormonas circulantes, como
insulina, estrógenos… e incluso factores inflamatorios, fomentando así el
proceso de carcinogénesis en la mama”, indica.
En cualquier
caso, se estima que si todas las mujeres postmenopaúsicas evitasen el sobrepeso
y la obesidad, “se podrían evitar la mitad de los casos de cáncer de mama”. La
ganancia de peso en el estado adulto y en mujeres postmenopáusicas puede
aumentar la predisposición a desarrollar cáncer de mama, aunque la evidencia
aún es "probable". Según los últimos estudios, el riesgo podría
aumentar entre un 3 y 5% por cada 5 kilos de peso ganados.
Respecto a
la actividad física regular, “la evidencia –recalca-- es aún probable, aunque
se puede decir que previene”. En mujeres premenopáusicas disminuye un 23%
respecto a las que no realizan actividad física alguna. En el caso de las
mujeres menopáusicas ese riesgo disminuye en un 12%. Se considera la actividad
física realizada incluso en las tareas domésticas. El sedentarismo, sin
embargo, no parece que se asocie con un mayor riesgo de cáncer de mama, según
los últimos estudios, si bien sí que está relacionado con otros cánceres como
el de colon y recto, por ejemplo.
La evidencia
científica también apoya que el alcohol es un factor de riesgo para desarrollar
cáncer de mama, tanto en mujeres premenopáusicas como en postmenopáusicas. Una
proporción importante de los casos de cáncer de mama (20-30%) se podrían evitar
si no se bebe alcohol o si se limita su consumo.
La lactancia
materna es otro modo de proteger frente al cáncer de mama. Se estima que por
cada 12 meses de lactancia exclusiva el riesgo de desarrollarlo se reduce en un
4%. Con evidencia suficiente, se puede decir que las mujeres que han practicado
la lactancia materna tienen un 13% de menor riesgo de cáncer de mama que las que
no lo han hecho. El efecto de prevención, apunta la también presidenta de la Red Española de Registros de Cáncer (REDECAN), es
“similar en tumores con receptores hormonales positivos y negativos”. Como la
prevención es importante desde la infancia, los estudios también destacan que
los niños alimentados con lactancia materna tendrán menor riesgo de obesidad en
la edad adulta, lo que contribuye a disminuir el riesgo de cáncer de mama en la
edad adulta".
El País
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